miércoles, 17 de enero de 2024

RANKING DE DESAPROBACIÓN EN DISTRITOS DE LIMA NORTE DICIEMBRE 2024


 Alcalde de Comas, Ulises Villegas.

a.         Alcalde de Comas, Ulises Villegas, con 61% de desaprobación.

b.         Alcalde de Ancón, Samuel daza, con 58% de desaprobación.

c.          Alcalde San Martin de Porres, Hernán Sifuentes, con 52% de desaprobación.

d.         Alcalde de Los Olivos, Felipe Castillo, con 48% de desaprobación.

e.         Alcalde de Independencia, Alfredo Reynaga, con 46% de desaprobación.

f.           Alcalde de Puente de Piedra, Renán Espinoza, con 44% de desaprobación.

g.         Alcalde de Santa Rosa, George Robles, con 33% de desaprobación.

h.         Alcalde de Carabayllo, Pablo Mendoza, con 15% de desaprobación.



FUENTE: PORTAL LIMA GRIS / POLÍTICA / PUBLICADA HACE 2 semanas 05/01/2024

RANKING DE DESAPROBACIÓN EN DISTRITOS DE LIMA CENTRO, DICIEMBRE 2023

 


 

1)         Alcaldesa de Surquillo, Cintia Loayza, con 72% de desaprobación.

2)         Alcalde de La Victoria, Rubén Cano, con 62% de desaprobación.

3)         Alcalde de Jesús María, Jesús Gálvez, con 56% de desaprobación.

4)         Alcalde del Rímac, Néstor de la Rosa, con 53% de desaprobación.

5)         Alcaldesa de Pueblo Libre, Mónica Tello, con 51% de desaprobación.

6)         Alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, con 47% de desaprobación.

7)         Alcalde de Miraflores, Carlos Canales, con 45% de desaprobación.

8)         Alcaldesa de Lince, Malca Schnaiderman, con 43% de desaprobación.

9)         Alcaldesa de Barranco, Jessica Vargas, con 38% de desaprobación.

10)    Alcalde de San Borja, Marco Álvarez, con 38% de desaprobación.

11)    Alcalde de Breña, Luis de la Matta, con 35% de desaprobación.

12)    Alcaldesa de San Isidro, Nancy Vizurraga, con 31% de desaprobación.

13)    Alcalde de Surco, Carlos Bruce, con 23% de desaprobación.

14)    Alcalde de Magdalena, Francis Allison, con 7% de desaprobación.

15)    Alcalde de San Miguel, Eduardo Bless, con 6% de desaprobación.


FUENTE: PORTAL LIMA GRIS / POLÍTICA / PUBLICADA HACE 2 semanas 05/01/2024


RANKING DE DESAPROBACIÓN EN DISTRITOS DE LIMA CENTRO, DICIEMBRE 2023

 


RANKING DE LOS PEORES ALCALDES DE LIMA Y CALLAO, DICIEMBRE 2023

Alcaldesa de Surquillo, Cintia Loayza lidera el ranking de peores alcaldes.

  1. Alcaldesa de Surquillo, Cintia Loayza, con 72% de desaprobación.
  2. Alcalde de Chaclacayo, Sergio Baigorria, con 65% de desaprobación.
  3. Alcalde de Lurigancho, Oswaldo Vargas, con 65% de desaprobación.
  4. Alcalde de La Victoria, Rubén Cano, con 62% de desaprobación.
  5. Alcalde de Comas, Ulises Villegas, con 61% de desaprobación.
  6. Alcaldesa de San Juan de Miraflores, Delia Castro, con 61% de desaprobación.
  7. Alcalde de Pachacamac, Enrique Cabrera, con 60% de desaprobación.
  8. Alcalde de Ancón, Samuel Daza, con 58% de desaprobación.   
  9. Alcalde de SJL, Jesús Maldonado, con 58% de desaprobación.
  10. Alcalde de Jesús María, Jesús Gálvez, con 56% de desaprobación.


Alcalde de Chaclacayo, Sergio Baigorria figura como el segundo peor alcalde.

FUENTE: PORTAL LIMA GRIS / POLÍTICA / PUBLICADA HACE 2 semanas 05/01/2024

ENCUESTA REVELA A LOS PEORES ALCALDES DE LIMA Y CALLAO

 


Los burgomaestres más desaprobados por sus vecinos: según IDICE del Perú.

1.     Cintia Loayza de Surquillo 72%.

2.     Sergio Baigorria de Chaclacayo 65%.

3.     Oswaldo Vargas de SJL.

4.     Rubén Cano de la Victoria.

5.      Ulises Villegas de Comas.

 

Han pasado 12 meses de gestión municipal y existen diversas opiniones respecto a la eficacia y transparencia en las administraciones ediles de Lima y Callao. En esa línea, Idice del Perú, realizó un estudio en diciembre de 2023 para La Razón, y evaluó 48 distritos y 2 provincias.

 

En tanto, los resultados no fueron muy alentadores, porque casi el 70% de los distritos arrojaron una desaprobación que no baja del 40% y que sigue en ascenso.

 

No Cabe duda, que los vecinos entrevistados para este muestreo han mostrado su descontento frente a administraciones municipales que han venido evidenciado su incapacidad de gestión, falta de ejecución presupuestal y en especial, conductas asociadas a corrupción, para favorecer a “pequeñas elites”, que generalmente son allegadas a los burgomaestres de turno.

 

Atrás quedó la etapa de las promesas electorales ofrecidas por doquier durante la campaña 2022, con el único propósito de obtener, a como dé lugar, votos para ganar.

 

Incluso, se ofrecieron dádivas de toda índole, desde lapiceros, hasta víveres. Pese a que la ley lo prohíbe, muchos candidatos empezaron a regalar de todo; sin embargo, actualmente, ya no se acuerdan de lo que prometieron y peor aún, algunos de ellos, ya no reciben a los vecinos para escuchar sus demandas.

 


Actualmente, la decepción es colectiva, porque, además, de existir una inseguridad cada vez más creciente en los diferentes distritos, tampoco se están resolviendo los proyectos de servicios básicos, el recojo de basura y el remozamiento de las arterias urbanas, para mejorar el ornato, que representa la verdadera imagen de un distrito.

 

FUENTE: PORTAL LIMA GRIS / POLÍTICA / PUBLICADA HACE 2 semanas 05/01/2024

 

 


lunes, 7 de noviembre de 2022

CRISTIANOS EN LA POLÍTICA





El cristiano es capaz de separarse de lo indeseable, o que no esté de acuerdo con las Escrituras, mientras permanece como miembro de la Institución. De hecho su influencia puede ayudar a evitar o eliminar tales adiciones no esenciales y objetables. EL CRISTIANO NO DEBE COMPROMETER SU FE POR LLEGAR A IDENTIFICARSE CON ESTAS INSTITUCIONES

jueves, 4 de noviembre de 2021

ÉXODO 6:2-8 - DIOS TAMBIÉN HA SIDO FIEL EN CUANTO A NOSOTROS

 


Éxodo 6:2-8

Texto: 2* —Además, Dios dijo a Moisés—: Yo soy Jehovah. 3* Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso; pero con mi nombre Jehovah no me di a conocer a ellos. 4* Yo también establecí mi pacto con ellos, prometiendo darles la tierra de Canaán, la tierra en la cual peregrinaron y habitaron como forasteros. 5* Asimismo, yo he escuchado el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto. 6 Por tanto, di a los hijos de Israel: "Yo soy Jehovah. Yo os libraré de las cargas de Egipto y os libertaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros. 7 Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Dios. Vosotros sabréis que yo soy Jehovah vuestro Dios, que os libra de las cargas de Egipto. 8 Yo os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob. Yo os la daré en posesión. Yo Jehovah. "

 

¿Qué nos pasa tan frecuentemente cuando las cosas empiezan a ir mal, al menos según nuestro parecer? ¿Nos desesperamos? ¿Comenzamos a murmurar contra Dios? ¿Pensamos que todo esto de un Dios de amor y de que somos los hijos amados de Dios son solamente tanta palabrería, sin ninguna realidad para respaldarla? Cuando esto nos pasa, debemos saber que no estamos solos, ni somos los primeros de ser atacados con esta clase de dudas en tiempos difíciles. No debe suceder, eso sí. Pero ha sucedido en el pasado, cosa de que hay abundantes ejemplos en la Biblia, y no sorprende que suceda lo mismo con nosotros.

 

Sin embargo, debemos saber que no es necesaria esa desesperación y duda. La Escritura también demuestra claramente que aun en los días que parezcan más negros y desesperantes, Dios no ha abandonado a su pueblo, y sus promesas permanecen firmes. En nuestro texto de hoy, Dios promete esto con las palabras más enfáticas. Pone en juego su mismo nombre y todo su ser, para que su pueblo pruebe si no es cierto que él cumple sus promesas. Hoy queremos meditar en el tema: Nuestro Dios fiel no nos abandona.

 

Los Hijos de Israel habían estado ya por unos 400 años en Egipto. Desde hacía tiempo habían sido afligidos y esclavizados por los faraones. Hubo inclusive el intento de genocidio al mandar que todo hijo varón fuera ahogado en el río tan pronto que naciera. En su aflicción clamaron a Dios, y Dios les envió a Moisés. Pero cuando Moisés pidió liberación para el pueblo de Dios, en vez de mejorar su condición, se hizo peor. Duros capataces les azotaron y les exigieron lo imposible. Lejos de ver a Moisés como un libertador, entonces, el pueblo se murmuró contra él. “Cuando ellos salían del palacio del faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que estaban esperándolos, y les dijeron: — Jehovah os mire y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante los ojos del faraón y los de sus servidores, poniendo en sus manos la espada para que nos maten.” Moisés mismo se desanimó; dudó de su misión. “Entonces Moisés se volvió a Jehovah y le dijo: — Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que fui al faraón para hablarle en tu nombre, él ha maltratado a este pueblo, y tú no has librado a tu pueblo.” Nuestro texto es una parte de la respuesta de Dios a la aflicción de su pueblo y la duda e inquietud de Moisés. Le recuerda en primer lugar que Dios es Jehová. “Además, Dios dijo a Moisés—: Yo soy Jehovah.” Israel aprendería ahora lo que realmente significa este nombre. Sigue diciendo: “Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso; pero con mi nombre Jehovah no me di a conocer a ellos.” Esto claramente no significa que Abraham y los patriarcas no conocían el nombre Jehová como una palabra. El libro de Génesis está lleno de referencias de apariencias de Jehová a Abraham y los demás. Abraham edificó altares a Jehová, e invocó, o mejor traducido, proclamó el nombre de Jehová. Sin embargo, lo que dice este versículo es cierto. Las revelaciones de Dios a los patriarcas enfatizaron su poder para preservarlos en peligro, como Jacob en su viaje experimentó cuando Esaú buscaba matarlo, o en el nacimiento milagroso de Isaac. Dios también se había revelado como el Dios que hace grandes promesas. Pero no se había revelado todavía completamente en su carácter como Jehová. Tenemos que considerar que los nombres de Dios no son solamente sonidos sin significado, sino realmente revelan a Dios. Y lo que indica el nombre de Jehová es que es absoluta e infaliblemente fiel en cumplir sus promesas. Dio las promesas a Abraham, promesas como estas (Gén. 15:18): “Aquel día Jehovah hizo un pacto con Abram diciendo: —A tus descendientes daré esta tierra, desde el arroyo de Egipto hasta el gran río, el río Eufrates.” Pero tanto Abraham como Isaac y Jacob vivían como extranjeros en esa tierra. Y después siguieron 400 años en Egipto. ¿Qué pasaba con esa promesa solemne de Dios? ¿Era realmente Jehová, el Dios eternamente fiel?

 

Nosotros también fácilmente nos desalentamos. Oímos las promesas de la Palabra de Dios que nos aseguran que somos los hijos amados de Dios, que Dios está a nuestro lado, que Dios contesta nuestras oraciones. Pero llega una enfermedad dolorosa y crónica, o sucede alguna tragedia en la familia, o perdemos el trabajo, y nos preguntamos si es posible que Dios nos ame y al mismo tiempo nos trate así. Oímos la invitación a orar y la promesa de que seremos escuchados, y en nuestra necesidad clamamos a Dios - y parece que no sucede nada. Y comenzamos a pensar que tal vez todo fue solamente una ilusión. Esto es lo que había pasado con los Hijos de Israel, y es lo que aún nos pasa a menudo. ¿Qué diremos frente a todo esto? Lo que más conviene es sencillamente dejar otra vez que Dios hable.

 

Cuando Moisés y los Hijos de Israel se llenaron de dudas y desesperación, el Señor respondió repitiendo sus grandes promesas. “Yo también establecí mi pacto con ellos, prometiendo darles la tierra de Canaán, la tierra en la cual peregrinaron y habitaron como forasteros.” Les recuerda un pacto, un pacto que Dios mismo ha hecho con sus antepasados. No era un pacto común, que obligaba a las dos partes a cumplir ciertas obligaciones uno con el otro. El pacto que Dios estableció con Abraham y que nunca cansaba de repetir a sus descendientes era un pacto de pura gracia. Dios unilateralmente se obligó a cumplir sus promesas de dar una tierra a los descendientes de Abraham y de enviar a esa tierra a la Simiente de Abraham, Cristo, para ser una bendición para todas las familias de la tierra. El transcurso del tiempo, la debilidad de fe de los Hijos de Israel, la aflicción que sufrían por muchos años en Egipto y que se había agudizado en los últimos días, no podían anular esa promesa del Dios fiel. Aunque les parecía que Dios les había olvidado, todavía era el Dios fiel, el Dios del pacto, él que actuaría para librar a su pueblo de su aflicción.

 

Ahora les asegura: “Asimismo, yo he escuchado el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto.” Todo el tiempo que Israel pensaba que Dios se había hecho sordo a sus quejas, que habían sido olvidados, que ya no había remedio de su aflicción, Dios escuchaba, les estaba oyendo, oyendo con simpatía. Aunque parecía tardar en hacerlo, ahora “se acuerda de su pacto,” no como si lo haya en algún momento olvidado, sino que así les parecía a los israelitas en su sufrimiento. Con acordarse de su pacto quería decir que había llegado ya el momento de entrar en acción, de poner en efecto y demostrar a los ojos de todos lo que se había tenido que esperar solamente en base de la promesa. “Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Jehovah. Yo os libraré de las cargas de Egipto y os libertaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros.” Les redimiría, les sacaría de su esclavitud, les libraría, y lo haría de una manera que nadie tendría ya que dudar si fuera Jehová, el Dios fiel. Se haría con grandes obras del poder de Dios, “con brazo extendido,” y con “grandes actos justicieros.” Los que afligían al pueblo querido de Dios finalmente recibirían su recompensa en la forma de grandes obras de juicio de parte de Dios. Todo esto en cumplimiento de lo que Dios había prometido a Abraham en conexión con su pacto. “Entonces Dios dijo a Abram: —Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no será suya, y los esclavizarán y los oprimirán 400 años. Pero yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después de esto saldrán con grandes riquezas.”

 

Ustedes saben lo que sucedió. Dios afligió a Egipto con las diez plagas que demostraban su poder y finalmente obligó a Faraón a dejar ir a su pueblo. Y cuando los egipcios tercamente otra vez se opusieron a los designios de Dios y persiguieron a Israel para obligarlos a regresar, Dios intervino con el juicio contra Egipto en el Mar Rojo, en donde pereció la flor y la nata del gran ejército egipcio.

 

Verdaderamente, aunque parecía tardar, Dios no había olvidado su promesa. Cumplió todo lo que había prometido a los padres, así que las generaciones posteriores en Israel podían cantar (Salmo 105): “Es Jehovah, nuestro Dios; en toda la tierra están sus juicios. 8 Se acordó para siempre de su pacto —de la palabra que mandó para mil generaciones—, 9 el cual hizo con Abraham; y de su juramento a Isaac. 10 Lo confirmó a Jacob por estatuto, como pacto sempiterno a Israel, 11 diciendo: ‘A ti daré la tierra de Canaán; como la porción que poseeréis.’ 12 Cuando eran pocos en número, muy pocos y forasteros en ella; 13 cuando andaban de nación en nación, y de un reino a otro pueblo, 14 no permitió que nadie los oprimiese; más bien, por causa de ellos castigó a reyes.

 

Dios repite su promesa de librar a los hijos de Israel. 15 Dijo: “¡No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas!”

 

Así Dios ha demostrado que él es Jehová, el Dios fiel, el Dios que cumple sus promesas. “Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Dios. Vosotros sabréis que yo soy Jehovah vuestro Dios, que os libra de las cargas de Egipto, 8 Yo os llevaré a la. tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob. Yo osla daré en posesión. Yo Jehovah.” Ni la infidelidad de su pueblo pudo anular sus promesas de gracia. “Porque yo, Jehovah, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos!” Mal. 3:6.

 

Todo esto podría parecemos como algo antiguo, muy remoto de nosotros y nuestra condición y nuestras necesidades. Pero no es así. Dios también ha sido fiel en cuanto a nosotros. No hay mayor prueba de esto que la otra gran prueba de que Dios guarda sus promesas, de la cual esas promesas a los Hijos de Israel eran solamente una sombra. También vio nuestra aflicción y servidumbre, nuestra esclavitud al pecado y la condenación. Ni esperó nuestro gemido, sino de su libre voluntad, conforme a sus promesas antiguas, envió a su Hijo Jesucristo para libramos de nuestra servidumbre y adoptarnos como su pueblo para ser nuestro Dios. Conforme a su pacto de gracia envió a su Hijo hasta la muerte por nosotros, indignos pecadores. ¿Sera posible que Dios nos olvide ahora? ¿Nos habrá abandonado? No puede ser. “¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas?” Rom 8:32-33. No dudes, luego, de la gracia y la fidelidad de Dios. Aun cuando parezca que tarde, la ayuda vendrá, ayuda para la eternidad. Ten ánimo, luego, porque todavía el que trata con nosotros es Jehová, el Dios siempre fiel. Ser infiel a sus promesas negaría su mismo ser. Y esto no puede ser. De esto podemos estar seguros.

 

Amén.


viernes, 15 de octubre de 2021

GÉNESIS 28:10-22 : TAMBIÉN LOS HIJOS DE DIOS PUEDEN CAER EN EL PECADO


 


 “Jacob, pues, salió de Beerseba y fue a Harán. Llegó a un cierto lugar y durmió allí, porque ya el sol se había puesto. De las piedras de aquel paraje tomo una para su cabecera y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. Ángeles de Dios subían y descendían por ella. Jehová estaba en lo alto de ella y dijo: «Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente, pues yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho». Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía». Entonces tuvo miedo y exclamó: «¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo». Se levantó Jacob de mañana, y tomando la piedra que había puesto de cabecera, la alzó por señal y derramó aceite encima de ella. Y a aquel lugar le puso por nombre Bet-el, aunque Luz era el nombre anterior de la ciudad. Allí hizo voto Jacob, diciendo: «Si va Dios conmigo y me guarda en este viaje en que estoy, si me da pan para comer y vestido para vestir y si vuelvo en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal será casa de Dios; y de todo lo que me des, el diezmo apartaré para ti».” (Genesis 28:10–22)


Las historias de los patriarcas en Génesis son mucho más que historias antiguas o cuentos divertidos. Son la historia de la manera en la que Dios ha tratado con su pueblo en toda época.


Por eso nos conviene mucho a nosotros ahora también prestar atención a lo que Dios hace con los patriarcas. Así aprenderemos mucho de lo que hace con nosotros también. El texto de esta mañana trata de cierto acontecimiento en la vida de Jacob, el hijo de Isaac y nieto de Abraham. De esto vamos a hablar esta mañana para sacar las lecciones de la huida de Jacob.

 

En primer lugar, vemos que I. También los hijos de Dios pueden caer en el pecado.

 

Jacob se encuentra huyendo. Cómo está huyendo tal vez se hace claro cuando consideramos que sin parar había corrido desde Beer Seba, en donde estaba la casa de su padre, hasta Luz, una distancia de casi 80 km. Y aun cuando se encuentra en nuestro texto, no se atreve a acostarse en el pueblo. Escogió un lugar en el campo abierto, donde sería más difícil encontrarlo.

 

¿Por qué fue que Jacob se huía con tanto miedo? Eso fue el resultado del pecado. Había engañado a su padre. Cuando su padre anciano había decidido dar su bendición a uno de sus

hijos, él había enviado a Esaú al campo para cazar venado y preparárselo, para luego darle su bendición. Su madre, Rebeca, oyó de eso y le disgustó. Ella sabía que Dios tenía la intención de dar la mayor bendición a Jacob, el hermano menor. Por tanto. convenció a Jacob a vestirse como si fuera su hermano, a llevar un guiso de cabrito, y así por medio del engaño obtener la bendición de su padre.

 

¿Serían éstas las acciones de un creyente, de un hijo de Dios? ¿La mentira y el engaño son propios de la vida de un creyente? Jacob hasta había utilizado el nombre de Dios en el servicio de su engaño. ¿Puede esto salir de la boca de un hijo de Dios? Aun cuando Rebeca y Jacob hayan pensado que una promesa de Dios estaba en peligro, eso no les exculpa por el engaño y la mentira que practicaron contra su esposo y padre. Sin embargo, su motivo fue su fe en la promesa. Era importante para ellos la bendición de Isaac porque la relacionaban con la promesa de la venida del Salvador. Y en él tenían su corazón. De modo que estos pecados no fueron pecados de rebeldía abierta, sino pecados de debilidad, de falta de confianza, de falta de conocimiento. Pero fueron pecados, aun así. Es más. lo que más esperaban ganar con esta acción no lo lograron. Con las muchas palabras bonitas que habló Jacob en su bendición, no había nada de la promesa de la venida de Cristo de su familia.

 

Y luego había la manera de tratar con el hermano. Buscar quitar de él lo que su padre quería darle, y lograrlo con estos medios. Ciertamente estas acciones no fueron calculadas para producir la armonía familiar. Y lo que esperaríamos es lo que sucedió. Como resultado Jacob se encontró lleno de miedo y de angustia. Jacob tuvo que huir para salvarse la vida. En su ira Esaú había jurado que tan pronto que estuviera muerto su padre, mataría a Jacob, el engañador. Jacob, que tanto amaba su hogar, el favorito de su madre, el tranquilo y piadoso, tuvo que huirse. El miedo y la angustia se apoderaron de él. Tuvo que romper de inmediato los lazos familiares para ir a una tierra extranjera.

 

Todo esto fue un resultado de su pecado. Y todo esto tenía que servir para impresionarlo con la seriedad del pecado. Fue con una conciencia también atormentada, un corazón lleno de dudas e inquietud, que Jacob se huía de la casa de su padre y de la presencia de su madre.

 

Y todo esto es como tenía que ser. Dios tenía que impresionar a Jacob con la verdad de que Dios no puede ser burlado. El pecado trae consecuencias en este mundo, aun los pecados de debilidad que cometen los hijos de Dios. La familia rota, el desagrado de su padre, el odio de su hermano, la separación de su querida madre, temor por su misma vida; éstas fueron las trágicas consecuencias del pecado. Jacob lo sabía, y lo acercaba a la desesperación.

 

Estas cosas fueron escritas para que nosotros también aprendiéramos las lecciones. El que piensa estar firme, mire que no caiga. Nosotros también, cuando dejamos de confiar solamente en Dios y sus promesas, cuando pensamos que nosotros mismos tenemos que hacer todo salir bien, que tenemos que ayudar a Dios a cumplir su palabra, también fácilmente podemos caer en graves pecados. Nosotros también, si no vigilamos y oramos, nos flaqueamos y nos debilitamos en la fe, y pronto estamos trayendo vergüenza sobre el nombre de hijos de Dios. Como resultado, Dios frecuentemente tiene que golpearnos y afligirnos, para que no nos hagamos indiferentes a nuestros pecados y pensemos que sea cosa pequeña ofender contra el Altísimo. Y si somos honestos en nuestras aflicciones no gritaremos: “¿Por qué a mí, Dios?”, sino “Lo he merecido, oh Señor, porque mis pecados nos muchos y graves.”

 

Pero la intención de Dios con Jacob no era dejarlo en su culpa y desesperación. Quería consolarlo, quería fortalecerlo, quería llenarlo de nuevo de confianza y fe. Así permitió que Jacob tuviera una maravillosa visión en forma de sueño.

 

II Dios se digna ayudar y salvar al pecador.

 

Jacob se acuesta en el campo. Nuestro texto nos dice que llegó a cierto lugar. Tal vez a él le haya parecido un lugar cualquiera, y que haya llegado allí por casualidad. Pero lo cierto es que Dios

mismo le había guiado a ese lugar porque tenía grandes planes para él allí. Toma de las piedras del lugar y las pone por cabecera. Se duerme allí en el campo abierto. Repentinamente en sueño ve una visión.

 

Dios le permite ver una escalera. O tal vez haya tenido la forma de una escalera de piedra. Pero no era una escalera ordinaria. Esta escalera se extendía de la tierra al cielo. Unía los dos extremos. Si el pecado había hecho separación entre Dios y los hombres, si Jacob mismo había pecado y ya no merecía el nombre de hijo de Dios, aquí estaba una declaración del Dios Altísimo de que no había cerrado el camino a los hombres, que buscaba todavía comunión con ellos, que había perdón para los pecadores.

 

En la escalera se vieron los ángeles de Dios subiendo y bajando. Estos seres, que normalmente llevan a cabo su ministerio silenciosa e invisiblemente, aquí demuestran que son  “servidores de Dios” que sirven las necesidades de sus creyentes.

 

Arriba estaba Dios mismo en forma visible, apareciendo al pecador para asegurarle de su favor y perdón. Pero no solamente dejó que Jacob concluyera esto de lo que veía. Habló con él, palabras abundantes de consuelo. Le asegura que él es el Dios de sus padres. “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac.” No debe temer que, al dejar atrás su casa y su

padre, está dejando atrás también a su Dios. Este Dios es Jehová, el Dios fiel, el Dios que cumple sus promesas. El hecho de que aparece a Jacob ahora es la garantía de que estará con él

como estuvo con sus padres.

 

Le promete la tierra. “La tierra en que estás acostado; te la daré a ti y a tu descendencia.” Aunque huye de esa tierra, Dios cumplirá su promesa, y la familia de Jacob heredará la tierra. Esto ya implica que el Salvador vendrá de su familia, de modo que podría cobrar ánimo y seguir su camino confiado en base de esto, pero el Señor quiere que esté totalmente seguro, por lo cual explícitamente le promete el Salvador como descendiente. “Y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu Simiente.” La bendición que traería el gran descendiente de Jacob, la salvación para todas las naciones es lo que más había anhelado Jacob. Es lo que buscaba cuando engañó a su padre. Ahora lo recibió, no por su astucia, sino por la gracia, el favor inmerecido de Dios, quien apareció a este pecador indigno para asegurarle de tan gran promesa.

 

 

Para que pueda confirmar la fe de Jacob en esta promesa, le promete estar con él hasta volverlo a traer a esa tierra. “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueras, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.”

 

Grandes promesas todas, y todas hechas a un indigno pecador. Cada palabra tenía la firme intención de asegurarle a este pecador con conciencia agobiada que sus pecados eran perdonados, que sus iniquidades fueron quitadas, que las intenciones del Señor para con él aun cuando tenía que azotarlo y disciplinarlo, aun cuando tenía que salir de su casa y emprender un largo viaje como resultado de su pecado, eran intenciones de misericordia y de bendición.

 

Así trata Dios también con nosotros. Aunque tiene que imponernos muchas cruces y aflicciones para llevarnos al arrepentimiento y a profundizar en nosotros el conocimiento de nuestros pecados, su propósito final no es nuestra condenación, sino nuestra salvación. A nosotros también nos habla en nuestra aflicción y tristeza, nos muestra a Jesús, colgado entre el cielo y  la tierra, llevando la carga de nuestro pecado, y nos dice que en él nos ha dado a nosotros libre acceso al trono de la gracia, perdón completo de todos nuestros pecados, y nos promete también estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo cuando nos guiará a nosotros salvos y seguros a nuestra patria celestial.

 

Pero ciertamente los que reciben tan asombrosas revelaciones de la gracia y salvación de Dios luego deben responder con adoración y alabanza de corazón y vida. Los hijos de Dios le deben gratitud y servicio por su gracia y bondad.

 

Jacob ve en este lugar la casa de Dios y la puerta del cielo. Jacob reconoció la grandeza de ser permitido ver esta visión del Señor de misericordia. Sabe que Dios mora en todas partes. Pero el lugar en donde revela su gracia y misericordia, su perdón para los pecadores, es peculiarmente la casa de Dios y la puerta del cielo.

 

Por eso pone una piedra conmemorativa allí. No quiere olvidar lo que Dios allí le reveló. Quiere siempre estar nuevamente recordado del mensaje de gracia que Dios le ha concedido. Por eso levanta la piedra en la cual ha dormido, y la unge con aceite para dedicarla al Señor.

 

Este Dios le ha concedido su amor y su gracia, y le ha dado su

salvación. Por tanto, expresa el firme propósito: Jehová será mi

Dios. No puede ser de otra manera. No hay otro Dios salvador.

El mensaje de salvación, cuando toma posesión del corazón, no dejará lugar para ningún otro dios. Esta es la gozosa confesión de todos los que han sido salvaos por la gracia de Jesucristo, aquél Simiente de Jacob que le fue prometido aquí.

 

Pero no se queda tampoco con las palabras. Promete más. Promete el diezmo de todo lo que Dios le diera. “Y de todo lo que mi dieres, el diezmo apartaré para ti.” Como ya tiene la confianza de que Dios le cuidará y le prosperará según su voluntad, promete regresar la décima parte de lo que Dios le daría en una ofrenda de gratitud. No lo hizo por ley. Las leyes al respecto fueron dadas a Moisés siglos más tarde. Esta fue la reacción de un corazón que rebosaba de gratitud por tan grande salvación ofrecida a él, un pecador tan indigno.

 

Dios también nos ha dado nuestros Betel, nuestras casas de Dios. En nuestro pecado y nuestra angustia también viene a nosotros, en la predicación del Evangelio, en la absolución, en el Bautismo y la Santa Cena, en las palabras de la Sagrada Escritura. ¡Tantas formas utiliza Dios para asegurarnos de su favor y perdón! No quiere que nadie esté en dudas de esto.

 

Pero ciertamente nosotros también entonces seguiremos el ejemplo de Jacob. Nosotros también con firme propósito nos adheriremos solamente a Cristo nuestro Salvador. No dejaremos que nada ni nadie quite nuestra confianza en él. También le serviremos con corazón y boca, alabándole y dando testimonio de sus grandes obras salvadoras. Y también dedicaremos una porción de las posesiones con las cuales él nos ha bendecido para la obra de su iglesia de proclamar su maravillosa salvación. No lo haremos porque hay una ley de dar el diez por ciento. Más bien lo haremos de corazones que rebosan de gratitud por tan grande salvación, y porque sencillamente no podemos guardar tan gran tesoro solamente para nosotros mismos.


jueves, 16 de septiembre de 2021

GÉNESIS 12:1-9


 


1 Entonces Jehovah dijo a Abram: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra."

 

4 Abram se fue, como Jehovah le había dicho, y Lot fue con él. Abram tenía 75 años cuando salió de Harán. 5 Abram tomó a Sarai su mujer, a Lot su sobrino y todos los bienes que habían acumulado y a las personas que habían adquirido en Harán; y partieron hacia la tierra de Canaán. Después llegaron a la tierra de Canaán, 6 y Abram atravesó aquella tierra hasta la encina de Moré, en las inmediaciones de Siquem. Los cananeos estaban entonces en la tierra. 7 Y se apareció Jehovah a Abram y le dijo: "A tu descendencia daré esta tierra." Y él edificó allí un altar a Jehovah, quien se le había aparecido. 8 Después se trasladó a la región montañosa al oriente de Betel y extendió allí su tienda, entre Betel al oeste y Hai al este. Allí edificó un altar a Jehovah e invocó el nombre de Jehovah. 9 Después partió de allí y se dirigió progresivamente hacia el Néguev.

 

(RVA)

 

Abraham, el hombre de fe, es también el hombre de las obras. Pero como Pablo dice en nuestra Epístola, lo que lo hace justo delante de Dios no son sus obras, sino su fe, como está escrito: “Y creyó al Señor, y su fe le fue contado por justicia.” Fue su fe, su confianza en la promesa divina, su confianza en el Dios que justifica al impío, que le trajo la eterna salvación y la vida eterna. Así que Pablo correctamente destaca su fe, y usa el ejemplo de Abraham para establecer que la manera de ser justo ante Dios es creer sus promesas, confiar en su Cristo, estar seguro de que por medio de Cristo y su redención nos quedamos libres de culpa y somos hechos herederos de la salvación y la vida eterna.

 

Santiago también utiliza el ejemplo de Abraham, sobre todo como un ejemplo de qué tipo de fe es la que justifica. No quiere que nos engañemos pensando que una fe puramente intelectual, una fe que no produce ningún fruto de obediencia sea genuina o que sea una fe salvadora. Así destaca las obras de Abraham que fluyen de su fe. En nuestro texto de hoy vemos los dos aspectos de Abraham, su fe, y la obediencia que fluye de su fe.

 

Nuestro texto comienza con el llamamiento de Abraham.

 

“Entonces Jehovah dijo a Abram: "Vete de tu tierra, de tu  parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” Pensemos por un momento en lo que significaba esto. Recordemos que Abraham en este tiempo tenía 75 años. No es normalmente la edad para las aventuras. Estaría firmemente establecido en su lugar en la familia y la sociedad en donde estaba. Sin embargo, es llamado a abandonar patria, parientes, la casa paternal, para emprender ruta a un lugar que ni era precisado: “a la tierra que yo te mostraré.” ¿Usted se hubiera ido? ¿No le hubiera parecido una alucinación, o un engaño de la imaginación? Algunos de ustedes tal vez han abandonado su familia y su tierra para venir a la capital. Pero tal vez han tenido la experiencia también de tratar de convencer a algún pariente mayor a venir también, sólo para recibir la respuesta: No, hijo, o No sobrino, aquí estoy bien.

 

Sin embargo, oímos de Abraham que obedeció implícitamente. “Abram se fue, como Jehovah le había dicho.” ¿En dónde encontró la fuerza para tal obediencia? La respuesta está en lo que Dios le había dicho a continuación del mandato. Le dio una serie de promesas, promesas que culminaban en la promesa más maravillosa que Dios había hecho directamente a un hombre desde que primero prometió a Adán y Eva la venida de la Simiente de la mujer. “Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.” Grandes promesas. Promesas que despiertan en Abraham una viva fe en la bondad de este Dios que le hace estas promesas. Promesas que levantan el espíritu, e impulsan a una gozosa y voluntariosa obediencia.

 

Pero aun así, no ha de haber sido fácil. Abraham tuvo que aprender a andar por fe, no por vista. Dios le dijo que le haría una gran nación, esto a un hombre de 75 años que no tenía hijo. Dijo que engrandecería su nombre, eso a un hombre que tenía que dejar atrás a todos los que lo conocían. Tuvo que creer que su relación con Dios sería tal que en cierto sentido lo que los

hombres hacían con él lo estaban haciendo con Dios. “Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré.” Pero lo más estupendo de todo: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra.” De Abraham, de su familia, de esa nación grande que se formaría de su descendencia, vendría aquél que traería bendición y salvación al mundo de pecadores. El Cristo vendría de él. Fue su fe en esa promesa lo que le impulsó a la obediencia, lo que le llevó a abandonar a familia y tierra, para emprender el largo viaje a Canaán. “Por la fe Abraham, cuando fue llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por herencia; y salió sin saber a dónde iba.” Heb. 11:8.

 

Y Abraham también necesitaba a Cristo. Como todos, fue llamado por gracia. Lo que era Abraham y su familia por sí solos oímos del libro de Josué: “Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Vuestros padres (Taré, padre de Abraham y de Nacor) habitaron antiguamente al otro lado del Río, y sirvieron a otros dioses. Pero yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río, lo traje por toda la tierra de Canaán, aumenté su descendencia y le di por hijo a Isaac.” (Jos. 24:2-3) Abraham y la familia de Abraham eran pecadores como todos los demás.

 

No fue porque lo mereció que Dios llamó a Abraham, sino de su pura gracia. Dios es el que hizo a Abraham lo que era. Yo tomé a vuestro padre Abraham. Yo lo traje por toda la tierra de Canaán. Yo aumenté su descendencia. El Señor lo había hecho todo. La elección de Abraham para estas bendiciones dependía exclusivamente del amor y la buena voluntad de Dios.

 

Y aun la forma de llamar a Abraham fue motivado por el amor de Dios. Para que Abraham fuera bendición, para que en él todas las familias de la tierra fueran bendecidas, fue necesario separar a Abraham de todo lo que lo atraía en este mundo. Se mente tenía que ser fijada solamente en el Dios que promete, y la bendición que Dios traería, sin la distracción de los lazos sociales y familiares. Su atención tenía que fijarse en otro hogar.

 

“Conforme a su fe murieron todos éstos sin haber recibido el cumplimiento de las promesas. Más bien, las miraron de lejos y las saludaron, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. 14 Los que así hablan, claramente dan a entender que buscan otra patria. 15 Pues si de veras se acordaran de la tierra de donde salieron, tendrían oportunidad de regresar. 16 Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial.” Aun la tierra a donde Dios le conducía no sería su hogar permanente. “A tu descendencia daré esta tierra.” Personalmente, él sería un extranjero y peregrino en la tierra, viviendo en tiendas, sin poseer más que un lugar para sepultura. Pero no le importaba. Mediante la obra de su Simiente, Cristo, cuyo día vio, y se regocijó, él esperaba una patria aun mejor. En esto consistía la fe de Abraham. Esto es lo que motivaba su obediencia.

 

Nosotros también somos llamados, llamados a abandonar todo, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo. Nosotros también somos llamados a amar a Dios más aún que a nuestros padres y madres, hijos e hijas, amistades, posición social, y vivir como extranjeros y peregrinos en el mundo. Dios también nos recuerda a nosotros: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; 16 porque todo lo que hay en el mundo -- los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida -- no proviene del Padre sino del mundo.” ¿Y cómo podemos encontrar la fuerza para hacerlo? En el mismo lugar en donde lo  encontró Abraham. En la promesa incondicional del amor de Dios en Jesucristo. Como la atención de Abraham fue dirigida a la Simiente, nuestra atención se dirige al amor de Cristo, colgando de la cruz, llevando nuestros pecados y culpa, y al trono, donde él reina victorioso y de donde lo esperamos en la culminación de los tiempos cuando nos recibirá en su gloria. Cuando realmente confiamos en esto, cuando vemos la grandeza del amor de Dios a nosotros, aquel Dios que justifica en Cristo a nosotros los impíos, también querremos servir y obedecer a aquél que nos ha salvado y redimido de todo pecado, de la muerte y del poder del diablo.

 

La fe de Abraham lo llevó a obedecer la voz de Dios. Salió de Harán y atravesó la tierra de Canaán. La fe genuina resulta en obediencia. Nadie piense que la verdadera fe que salva se expresa en la desobediencia a los mandatos de Dios. La impenitencia expulsará al Espíritu Santo y nos dejará expuestos al infierno. “Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean censuradas. 21 Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, que son hechas en Dios.” Es acerca de la posibilidad de engañarse en este asunto que Santiago dijo que “Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma.” Eva perdió su fe escuchando la voz del diablo, y desobedeció, trayendo condenación sobre todos. Noé creyó en Dios, así que cuando Dios le dijo hacer algo contra la vista y contra la razón, obedeció. Construyó el arca. Abraham creyó las promesas de Dios y obedeció. Salió de su tierra y dejó atrás su familia. Saúl ya no creía, pensaba que tenía que arreglar las cosas él solo, y desobedeció, ofreciendo él mismo el sacrificio que Dios había reservado para Samuel. Así fue reprendido:  “¿Se complace tanto Jehovah en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra de Jehovah sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros. 23 Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehovah, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey.” Jesucristo mismo tuvo una fe perfecta en su Padre celestial, y siempre hacía la voluntad de su Padre.

 

Vemos luego que cuando Dios le prometió que daría esa tierra a su descendencia que Abraham adoró. La fe que recibe las promesas de Dios también se goza en contemplar esas promesas, meditarlas, alabar a Dios por su bondad y misericordia y darle la gracias. El cristiano que ha conocido la bondad de Cristo en rescatar a los pecadores de la destrucción quiere oír siempre más acerca de su Salvador y su salvación, se deleita en la Palabra del  Señor, ve que la comunión con su Creador y el Redentor en los cultos es un privilegio y se esfuerza por estar allí y agregar su débil voz a la canción de los ángeles y de los redimidos en el cielo.

 

Y Abraham “invocó el nombre de Jehovah..” Esto sería mejor traducido con “proclamó el nombre de Jehová.” De este modo Abraham realmente era una bendición a los que estaban alrededor. Como Pablo, no podía sino predicar las cosas que había visto y oído. Sobre todo su tema era la promesa de la bendición de todas las familias de la tierra, la promesa de Cristo y su redención. La fe que se deleita en su Redentor no puede guardar silencio. Las noticias para los pecadores son demasiado buenas para guardarlas solamente para uno mismo. Es como el novio que de alguna forma mete a su novia en todas las conversaciones.

 

Tal vez nuestra fe no siempre esté haciendo todas estas cosas. Bueno, debe entristecernos. Pero no debe llevarnos a la desesperación. Abraham tampoco era perfecto. Este mismo capítulo presentará una gran falla en la fe de Abraham, cuando puso a Sara en una situación de gran peligro en Egipto. Pero sus obras no eran la esperanza de Abraham para su justificación delante de Dios de todos modos. “Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” Pero en sus mejores momentos, como en este texto, Abraham nos muestra lo que hace esa verdadera fe, lo que brota espontáneamente cuando realmente ponemos la confianza en las promesas de Dios, nos alejamos de los engaños de este mundo, y fijamos nuestra esperanza en el meta celestial. Vemos entonces que la fe realmente es como lo describe Lutero: “La fe es una cosa viva y potente; no es solamente un pensamiento cansado y flojo; tampoco flota en alguna parte sobre el corazón como el pato flota en el agua, sino es como el agua calentado completamente con un fuego bien caliente.” Dios, concédenos una fe así.

 

Amén.