La docencia no es un apostolado
Un bombero voluntario que arriesga su vida por
rescatar víctimas de incendios o aluviones; un médico que tiene que atender
diariamente desgarradores escenas de niños que están próximos a morir por
heridas causadas por quemaduras, accidentes o que tienen enfermedades
terminales como el cáncer; un policía o soldado valiente que pone su vida al
servicio de la patria luchando contra delincuentes y terroristas; etc. ¿Son
ellos menos heroicos, patriotas o calificables de “apóstoles del servicio” que
el docente que da su tiempo, esfuerzo y pasión para educar a los niños?
En su origen, buena parte de la educación estaba
en manos de religiosos alfabetizados y cultos, que combinaban la enseñanza de
la fe con la lecto-escritura de los aprendices. Eso con el tiempo devino en
grandes redes de instituciones educativas a cargo de religiosos cuya vida en
los recintos de las iglesias unido a su vocación religiosa le quitó a la
docencia el carácter de una profesión como otras, y le colocó un aurea de
apostolado de quienes no tenían que preocuparse por sus ingresos, por la escasa
ambición económica implicada en su vocación de servicio y por el respaldo que
recibían de sus comunidades religiosas para cubrir sus necesidades básicas.
Con la paulatina universalización de la educación
pública, se desarrolló la profesión docente con el aporte de cientos de miles
de profesionales laicos, que tenían que preocuparse de sus ingresos y demandar
una remuneración acorde con su tarea especializada. Para ellos la docencia es
una profesión muy exigente, que demanda gran compromiso social, como la del
médico, psicólogo o policía honesto.
El halo del docente como "apóstol de la
educación” lo único que ha hecho es arrinconar los reclamos salariales docentes
a un lugar marginal, como si fueran profesionales que no necesitan las
consideraciones de quienes ejercen cualquier otra profesión.
Es hora de presentar a los docentes como los
profesionales de alto nivel que tienen en sus manos la delicadísima tarea de
educar a las nuevas generaciones de peruanos y construir las bases del
desarrollo nacional, y reconocerles una remuneración y valoración social acorde
con su elevada misión.