Es de esta manera que, por mandato de Dios y por su autoridad, los obreros
especialmente llamados aún sirven como los representantes de Dios en la
Iglesia. Ellos también a menudo se enfrentan con dificultades. Ellos también tienen
que hacer frente a los falsos profetas y perturbadores. Saben que no pueden
depender de su propia fuerza para superar estos problemas. Pero, la autoridad
de Dios les respalda. El mandato de Cristo les acompaña. Todas las bendiciones
de la gracia, misericordia y paz de Dios descansan sobre ellos para
fortalecerlos y animarlos para su tarea.