Si no tengo ganas, ¿no es
auténtico?
Una estudiante
pregunta si hacer las cosas cuando uno no tiene ganas no es un modo poco
auténtico de vivir.
Padre, soy estudiante, y es frecuente oír en mi clase que se debe ir a misa y rezar solo cuando se tiene ganas, porque hacer las cosas cuando no se tiene ganas no es auténtico. ¿Qué debo decir a esas personas? ¿Cómo hacerles ver que están equivocadas?
Oye hija mía, yo ganas tengo muy pocas veces. Hay que hacer las cosas cuando no se tienen ganas; entonces, como están fundamentadas en el sacrificio, en la contradicción..., son mucho más fecundas, valen mucho más delante de Dios, brillan como los luceros de la noche.
Cuando vayas a hacer tu oración, y no tengas ganas y no se te ocurra nada, ponte en la presencia de Dios y dile: "Señor..." esto que me acabas de decir: "no tengo ninguna gana de hablar contigo, no me gusta dedicarte un minuto, me parece que te hago un favor."
Y sentirás en el fondo de tu corazón como un trallazo, amoroso pero fuerte...; el grito de Dios que te dice: el favor te lo hago yo, cuando te llamo a servirme, cuando te llamo a conversar conmigo, cuando te digo que quiero hacer amistad con tu alma.
Y entonces, con ganas y sin ganas, irás todos los días a hacer un rato de oración: o en tu casa, o en la calle, o en la oficina, o en la Universidad, o en el taller, o en la carretera, en el camino, o en la Iglesia, junto al sagrario, que allí está Cristo Jesús, el hijo de Santa María, de Santa María Virgen, siempre Virgen que nació en aquel pesebre, que trabajó junto a José, de quien aprendió el trabajo humano, y después predicó y luego padeció la pasión y subió a la cruz, y se dejó enclavar por amor, con hierros al madero.
Ese nos espera ahí; porque tú y yo sabemos por la fe, que oculto en las especies sacramentales está Cristo: ese Cristo con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad, prisionero de amor.
Iremos sin gana, pero sabiendo que nos escucha, a decirle que no tenemos gana,
y ya estamos haciendo oración.
Y verás cómo Él te habla, verás cómo te mueve, verás cómo se acabarás acomodándote a ese charlar con el Señor, y cómo el día que no te dirijas a Dios, con gana o sin gana, tendrás hambre de hacerlo, necesidad de hacerlo.
Padre, soy estudiante, y es frecuente oír en mi clase que se debe ir a misa y rezar solo cuando se tiene ganas, porque hacer las cosas cuando no se tiene ganas no es auténtico. ¿Qué debo decir a esas personas? ¿Cómo hacerles ver que están equivocadas?
Oye hija mía, yo ganas tengo muy pocas veces. Hay que hacer las cosas cuando no se tienen ganas; entonces, como están fundamentadas en el sacrificio, en la contradicción..., son mucho más fecundas, valen mucho más delante de Dios, brillan como los luceros de la noche.
Cuando vayas a hacer tu oración, y no tengas ganas y no se te ocurra nada, ponte en la presencia de Dios y dile: "Señor..." esto que me acabas de decir: "no tengo ninguna gana de hablar contigo, no me gusta dedicarte un minuto, me parece que te hago un favor."
Y sentirás en el fondo de tu corazón como un trallazo, amoroso pero fuerte...; el grito de Dios que te dice: el favor te lo hago yo, cuando te llamo a servirme, cuando te llamo a conversar conmigo, cuando te digo que quiero hacer amistad con tu alma.
Y entonces, con ganas y sin ganas, irás todos los días a hacer un rato de oración: o en tu casa, o en la calle, o en la oficina, o en la Universidad, o en el taller, o en la carretera, en el camino, o en la Iglesia, junto al sagrario, que allí está Cristo Jesús, el hijo de Santa María, de Santa María Virgen, siempre Virgen que nació en aquel pesebre, que trabajó junto a José, de quien aprendió el trabajo humano, y después predicó y luego padeció la pasión y subió a la cruz, y se dejó enclavar por amor, con hierros al madero.
Ese nos espera ahí; porque tú y yo sabemos por la fe, que oculto en las especies sacramentales está Cristo: ese Cristo con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad, prisionero de amor.
Iremos sin gana, pero sabiendo que nos escucha, a decirle que no tenemos gana,
y ya estamos haciendo oración.
Y verás cómo Él te habla, verás cómo te mueve, verás cómo se acabarás acomodándote a ese charlar con el Señor, y cómo el día que no te dirijas a Dios, con gana o sin gana, tendrás hambre de hacerlo, necesidad de hacerlo.