¿Educar
para irse o quedarse en el Perú?
Buena parte del currículo del siglo XX tuvo un sesgo
nacionalista-localista, que considera al Perú como eje de los estudios de
historia, literatura, geografía, economía y en general las ciencias sociales.
Eso por un lado tiene mucho sentido, porque alude a la identidad de los
peruanos, pero por otro lado resulta incompleto, porque desconoce las
implicancias de la globalización para el desarrollo del Perú. Esa globalización
obliga a estudiar y conocer a fondo al Perú, pero a su vez a estudiar los
desarrollos mundiales que definen el futuro de la humanidad y que tienen que
ver con el propio desarrollo peruano. Por ejemplo, ¿qué espacio en el estudio
de las ciencias sociales ocupa el Islam, India o China, tres de los grandes
actores del poder mundial? ¿Qué saben los escolares peruanos sobre el
desarrollo de los movimientos indigenistas, ambientalistas, las mafias y grupos
terroristas internacionales, el mundo de las ONGs, los tribunales
internacionales (por asuntos de DD.HH. y comerciales), las crisis financieras
globales, etc. todos los cuales cada vez juegan roles más importantes en la
definición de las agendas mundiales? Los egresados escolares (y no pocos
universitarios) no saben (casi) nada del mundo en el que viven.
Agreguemos a eso que hay 3 millones de peruanos viviendo en el extranjero y
en diez años serán muy pocos los peruanos que no hayan viajado a otros países
por razones turísticas, laborales, académicas, comerciales, etc.
Siendo así, una buena educación para el siglo XXI no es una educación
orientada a que los peruanos nunca se vayan del Perú o a la inversa, para
estimular su emigración a otros países, sino una educación para ser ciudadanos
del mundo moderno y que les permita ser competitivos para lidiar con los
nacionales o migrantes de cualquier país del mundo que al igual que los
peruanos, se mueven en busca de oportunidades para su desarrollo. Eso obliga a
replantear el currículo escolar para que haya una mejor articulación entre lo
nacional y lo internacional, cosa de la que evidentemente carecemos.
Una razón más (además del reiterado fracaso en Matemáticas y Comunicación)
para reformar el currículo nacional.
Por: León Trahtemberg