Relaciones
Públicas, humanas y divinas
Una madre de
familia que trabaja en su casa y en un departamento de Relaciones Públicas
pregunta cómo mantenerse en la presencia de Dios.
Padre, soy madre de familia, ama de casa,
pero trabajo en relaciones públicas.
La pregunta es ésta:
en São Paulo,
donde tenemos una vida ajetreada,
existe el peligro de dejarse materializar.
¿Cómo conseguir
mantener el espíritu sobrenatural
en medio de ese ajetreo?
-Dios te bendiga.
Qué bien has sabido
inclinarte a ejercitar esa profesión de las relaciones públicas.
Gracias Padre.
Pues tú ten relaciones públicas y privadas con Dios Nuestro Señor.
Búscalo en tu corazón.
Mira, tú lo sabes decir mejor,
porque además eres...,
no quieres que te eche piropos,
porque te parecerían cosas de relaciones públicas y tú eres maestra
y yo apenas soy alumno. Bien.
Mira hija mía:
dile al Señor de verdad, de verdad, de verdad,
desde el fondo de tu alma,
lo que yo le tengo que decir
con mucha vergüenza:
Señor yo no soy nada,
no puedo nada,
no valgo nada,
no sé nada,
¡no tengo nada!
Soy la nada y tú lo eres Todo.
Y después:
pero tú eres mi Padre,
y un padre ama a sus hijos.
Y cuando el hijo es hija,
como es tu caso, como
además de la filiación resulta que las hijas
tenéis mucha pillería,
acércate al Padre del cielo,
dile que lo quieres,
díselo cariñosamente muchas veces al día,
y mientras estás con las relaciones públicas de la tierra,
mantén las relaciones públicas del cielo.
Y de esa manera
no te apartas del camino de cristiana,
santificas tu profesión,
y harás muy bien tu labor profesional.
Hija mía, que ya lo sabías, estoy seguro,
que lo estás haciendo, que se te ve en la cara.
Padre, soy madre de familia, ama de casa,
pero trabajo en relaciones públicas.
La pregunta es ésta:
en São Paulo,
donde tenemos una vida ajetreada,
existe el peligro de dejarse materializar.
¿Cómo conseguir
mantener el espíritu sobrenatural
en medio de ese ajetreo?
-Dios te bendiga.
Qué bien has sabido
inclinarte a ejercitar esa profesión de las relaciones públicas.
Gracias Padre.
Pues tú ten relaciones públicas y privadas con Dios Nuestro Señor.
Búscalo en tu corazón.
Mira, tú lo sabes decir mejor,
porque además eres...,
no quieres que te eche piropos,
porque te parecerían cosas de relaciones públicas y tú eres maestra
y yo apenas soy alumno. Bien.
Mira hija mía:
dile al Señor de verdad, de verdad, de verdad,
desde el fondo de tu alma,
lo que yo le tengo que decir
con mucha vergüenza:
Señor yo no soy nada,
no puedo nada,
no valgo nada,
no sé nada,
¡no tengo nada!
Soy la nada y tú lo eres Todo.
Y después:
pero tú eres mi Padre,
y un padre ama a sus hijos.
Y cuando el hijo es hija,
como es tu caso, como
además de la filiación resulta que las hijas
tenéis mucha pillería,
acércate al Padre del cielo,
dile que lo quieres,
díselo cariñosamente muchas veces al día,
y mientras estás con las relaciones públicas de la tierra,
mantén las relaciones públicas del cielo.
Y de esa manera
no te apartas del camino de cristiana,
santificas tu profesión,
y harás muy bien tu labor profesional.
Hija mía, que ya lo sabías, estoy seguro,
que lo estás haciendo, que se te ve en la cara.