miércoles, 30 de mayo de 2012

Si no tengo ganas, ¿no es auténtico?


Si no tengo ganas, ¿no es auténtico?


Una estudiante pregunta si hacer las cosas cuando uno no tiene ganas no es un modo poco auténtico de vivir.

Padre, soy estudiante, y es frecuente oír en mi clase que se debe ir a misa y rezar solo cuando se tiene ganas, porque hacer las cosas cuando no se tiene ganas no es auténtico. ¿Qué debo decir a esas personas? ¿Cómo hacerles ver que están equivocadas?
Oye hija mía, yo ganas tengo muy pocas veces. Hay que hacer las cosas cuando no se tienen ganas; entonces, como están fundamentadas en el sacrificio, en la contradicción..., son mucho más fecundas, valen mucho más delante de Dios, brillan como los luceros de la noche.
Cuando vayas a hacer tu oración, y no tengas ganas y no se te ocurra nada, ponte en la presencia de Dios y dile: "Señor..." esto que me acabas de decir: "no tengo ninguna gana de hablar contigo, no me gusta dedicarte un minuto, me parece que te hago un favor."
Y sentirás en el fondo de tu corazón como un trallazo, amoroso pero fuerte...; el grito de Dios que te dice: el favor te lo hago yo, cuando te llamo a servirme, cuando te llamo a conversar conmigo, cuando te digo que quiero hacer amistad con tu alma.
Y entonces, con ganas y sin ganas, irás todos los días a hacer un rato de oración: o en tu casa, o en la calle, o en la oficina, o en la Universidad, o en el taller, o en la carretera, en el camino, o en la Iglesia, junto al sagrario, que allí está Cristo Jesús, el hijo de Santa María, de Santa María Virgen, siempre Virgen que nació en aquel pesebre, que trabajó junto a José, de quien aprendió el trabajo humano, y después predicó y luego padeció la pasión y subió a la cruz, y se dejó enclavar por amor, con hierros al madero.
Ese nos espera ahí; porque tú y yo sabemos por la fe, que oculto en las especies sacramentales está Cristo: ese Cristo con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad, prisionero de amor.
Iremos sin gana, pero sabiendo que nos escucha, a decirle que no tenemos gana,
y ya estamos haciendo oración.
Y verás cómo Él te habla, verás cómo te mueve, verás cómo se acabarás acomodándote a ese charlar con el Señor, y cómo el día que no te dirijas a Dios, con gana o sin gana, tendrás hambre de hacerlo, necesidad de hacerlo.