Directores: entre la identificación y el rechazo
Correo,
29 Jun 2012
Hay
reacciones opuestas cada vez que escribo una columna sobre la imposibilidad de
una verdadera reforma del sistema educativo si es que no se entiende que cada
colegio es una organización que debe ser conducida por un director con plenos
poderes. Este debe ser el líder pedagógico y de la gestión de una escuela y
tener suficientes poderes para hacer una gestión autónoma y eficiente.
Hay
los que se identifican con la idea de ese rol clave del director como líder
e innovador, con poder para seleccionar,
contratar o inclusive separar profesores que evidencien pobrísimo desempeño; modificar el horario, el
currículo, las cargas horarias; alquilar las instalaciones y generar recursos
para el uso autónomo del colegio; firmar convenios con terceros que quieran
colaborar. Los que apuestan por este concepto suelen ser directores
emprendedores o profesores que trabajan
con directores muy capaces pero que son como Ferraris funcionando al ritmo de
los Ticos por la restrictiva normatividad estatal.
En
el otro extremo están los profesores que tienen malas experiencias con sus
directores, porque son corruptos, incompetentes, acosadores, argolleros e
ineptos. A ellos les parecería una locura darle más poder a los directores
actuales y eventualmente la prerrogativa de remover de su cargo a un profesor
estable, ya que suponen que lo harían para poner en su lugar a un allegado o a
quien pagó una coima. Sin embargo, la existencia de directores ineptos no puede
anular la visión de lo que un director debería ser y hacer.
Lo
que hay que hacer es separar la visión de las personas que actualmente ocupan
ese puesto las cuales deben ser evaluadas y certificadas por su calidad ética,
pedagógica y capacidad de gestión antes de empoderarlos con las nuevas
prerrogativas. Se podría crear un sistema de capacitación y certificación de
calidades pedagógicas y éticas y competencias para la gestión eficaz, que vayan
de la mano con el otorgamiento de poderes para una administración escolar
autónoma, de modo que se vaya transformando las instituciones escolares
actualmente paralizadas, retrógradas e improductivas en centros educativos dinámicos, innovadores,
que progresan y permiten a los estudiantes obtener altos logros.