Toda mi vida he
tenido que “estar preparado”. De niño, tenía que llevarme las manos para
prepararme para comer. De adulto, el estar preparada para responsabilidades importantes
sigue siendo una constante realidad. Pero he llegado a la conclusión de que
nada es más transcendental QUE ESTAR
PREPARADO PARA NUESTRO ENCUENTRO CON CRISTO.
Hablando de la
venida del Señor, Juan nos dice:
1
Juan 3:3
Y todo aquel que tiene esta esperanza
puesta en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
Juan odia el concepto
de “GRACIA BARATA” (la idea de que podemos acudir a Dios para que nos perdone,
deleitamos por ello, y luego vivir de cualquier forma que se nos antoje). La
gracia de Dios es gratis, pero es sumamente cara. Requirió que Cristo ofrendara
su vida, y nos exige la muestra cuando la recibimos. Después de consolarnos de
inmediato con el mensaje de que somos hijos de Dios, Juan nos desafía a actuar
como tales. Hay una perfecta conexión entre nuestra justificación (el veredicto
de Dios de “INOCENTE”) y nuestra santificación (la forma en que vivimos
nuestras vidas para Dios). La primera no nos costó nada. La segunda nos costó
todo. En cuanto a la justificación, decimos: “NO PODEMOS”. En cuanto a la
santificación, decimo: “SI, SI PODEMOS”.
Mientras
consideramos la posibilidad de que el Señor Jesús vuelva este año, asegurémonos
de estar preparados. Esforcémonos para ser puros como Él lo es y esperemos con
ansias el día cuando las lágrimas, el dolor, el sufrimiento y la muerte sean reemplazados
por el gozo eterno de su presencia.
RLM