Es Dios el Espíritu Santo que crea la relación entre Dios y la humanidad
caída, reclamando al pecador mediante su palabra como lo hace en el bautismo.
Esta relación crece en el hombre cuando oye la palabra de perdón y vida de Dios
y obtiene más información acerca de Cristo mediante esta palabra. La fe no
puede comprender todo, porque la fe es “la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1). Ya que la fe, aunque es algo
que el hombre hace, es totalmente la obra de Dios, no hay lugar para la
jactancia. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.”
(Efe. 2:8,9). Así, mientras la fe es un acto del hombre — es el hombre el que
cree — es una obra de Dios, es decir, es Dios que hace al hombre creer.
Desafortunadamente, muchos individuos e iglesias se han apostatado de
esta verdad bíblica de que Dios y solamente Dios es responsable por la fe que
está en el corazón de la persona. El pelagianismo (común en muchas iglesias
africanas) declara que el hombre es moralmente neutral y capaz de escoger el
bien y el mal y así ganar su camino al cielo por las buenas obras. El
semi-pelagianismo (en las Iglesias Católicas Romanas) dice que el hombre está
privado de la habilidad de amar perfectamente a Dios y hacer buenas obras, pero
que Dios da al hombre esa habilidad mediante la gracia infusa para que pueda
ganar su camino al cielo con las buenas obras. El sinergismo (común en las
iglesias reformadas), enseña que el hombre está depravado, pero que tiene una
chispa de bien en él, con que puede escoger creer. Al menos tales iglesias
enseñan que la persona alcanza el cielo por el perdón de Dios, más bien que por
sus propias obras. La Fórmula de Concordia indica el error de las tres
doctrinas en el Artículo II, párrafos 75 a 77. Finalmente el calvinismo, que se
encuentra en la Iglesia Presbiteriana del Centro de Africa, declara que el
hombre es totalmente depravado, sin ninguna chispa de bien — hasta allí está
bien. Pero siguen para decir que Dios crea la fe en él mediante la gracia
irresistible que no utiliza con toda la gente.
La Biblia declara muy claramente que toda la gente es espiritualmente
muerta. Pablo escribió a los Efesios: “En cuanto a vosotros, estabais muertos
en vuestros delitos y pecados” (2:1). Ya que son muertos espiritualmente, todos
por naturaleza son enemigos de Dios, incapaces de obedecer sus mandatos. “La
intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de
Dios, ni tampoco puede” (Rom. 8:7). Además,
Pablo dice que la persona que es espiritualmente muerta no puede
entender ni responder al mensaje del evangelio. “Pero el hombre natural no acepta
las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede
comprender” (1 Cor. 2:14). Es por eso que Martín Lutero explica el Tercer
Artículo del Credo Apostólico con las palabras: “Creo que no puedo por mi
propia razón, ni por mis propias fuerzas creer en mi Señor Jesucristo, ni
allegarme a él” El Epítome de la Fórmula de Concordia también enseña: En
asuntos espirituales, el entendimiento y la razón del hombre son completamente
ciegos y por sus propias facultades no comprenden nada.” (FC-Ep. 1, p. 503-504)