PRIMER MANDAMIENTO – TEMA 02
Dios
nos manda en este mandamiento
Cuando
Dios nos prohíbe tener otros dioses, al mismo tiempo nos manda algo. No debemos
tener ningún otro Dios delante de él. Con eso nos dice que debemos tenerlo a
él, el único Dios verdadero, por nuestro Dios. Es nuestro Dios y quiere serlo,
y nosotros debemos considerarlo y honrarlo como tal. Eso sucede cuando, en las
palabras de nuestro Catecismo, tememos y amamos a Dios, y confiamos en él sobre
todas las cosas. Esa gloria no la quiere compartir con ninguna criatura, y no
debemos quitársela.
Debemos
temer a Dios sobre todas las cosas.
1. Debemos
temer a Dios. Dios exige de nosotros el temor del Señor. ¿De qué clase de temor
a Dios se habla aquí? Cuando Adán y Eva habían pecado, tenían miedo de Dios y
se escondieron (Gen. 3:10). Su conciencia les acusaba y temían el castigo.
Todos los pecadores tienen miedo del castigo merecido, pero no es el temor de
Dios que él quiere que tengamos según este mandamiento. Dios mismo nos enseña
cuál es el verdadero temor a Dios en Gen. 17:1. “Yo soy el Dios todopoderoso.”
Así habla al creyente Abraham. Es el Todopoderoso, que ha creado todas las
cosas. Somos su creación, y él está elevado y exaltado muy por encima de
nosotros. Un niño obediente teme a su padre cuando lo honra como el que está en
una posición superior. Tiene temor o reverencia por su padre. Dios es el
Altísimo, de modo que debemos reverenciarlo aún más. El pasaje siguiente, Salmo
33:8, nos dice esto. Dios es el Todopoderoso, el que ha hecho los cielos y la
tierra. Cuando él habla, sucede la cosa. Por tanto, toda la tierra, todos los
hombres, deben tener temor o reverencia ante este gran Dios.
“Anda
delante de mí.” Así habla el Señor a Abraham a continuación, Gen. 17:1. Con
esto nos demuestra en qué consiste el verdadero temor a Dios, andar todo el tiempo
delante de Dios, como en la presencia de Dios. Él está presente en todas partes
y está cerca de nosotros en todo tiempo. Siempre debemos estar conscientes de
que el Dios todopoderoso nos ve, y así todo lo que hacemos en obras, palabras y
pensamientos lo debemos hacer como en su presencia, con temor o reverencia
delante de él. — Un niño evita hacer el mal cuando sabe que su padre lo está
viendo. En esa circunstancia especialmente evita ser desobediente. Teme
entristecer y agravar a su padre y lo evita. Nuestro Dios es un Dios santo, que
aborrece el pecado y se sentirá triste y agraviado por ello. Si andamos con
temor delante de Dios, huiremos del pecado aun cuando no haya ningún hombre que
nos vea. Evitaremos entristecer y agravar a Dios con el pecado. Nos
esforzaremos por guardar sus mandamientos. Por eso Dios agrega en Gen. 17:1: “Y
sé perfecto.” El que tiene en su corazón el verdadero temor a Dios vivirá de
una manera piadosa y santa delante de él. José demostró este temor a Dios en
Gen. 39:9. Cuando fue tentado al pecado, se acordó de Dios. Temía hacer ese
grande mal, pecar contra Dios, y entristecer y agravar a Dios con tal pecado.
2. Así
nuestro Catecismo nos dice que debemos temer a Dios “sobre todas las cosas”, o
sea, debemos temer más a Dios que a cualquier criatura. Dios es el Señor
altísimo. Mat. 10:28. Un hermoso ejemplo de este temor de Dios lo tenemos en
los tres hombres en el horno ardiente, Dan. 3; lo mismo que en Juan el
Bautista, Mat. 14:3-5.
El
temor que el Señor manda es que tengamos a Dios delante de nuestros ojos, que
andemos delante de él en temor y reverencia como delante de nuestro querido
Padre, y que evitemos entristecerlo con nuestro pecado. El temor del Señor es
una virtud gloriosa; es el principio de la sabiduría y de un buen entendimiento.
(Sal. 111:10).